lunes, diciembre 12, 2011

Otra vez — Capítulo dieciocho.

Disclaimer: Crepúsculo y sus personajes son de Meyer. Me adjudico la trama y los nuevos personajes.

Capítulo dieciocho — Fama.

— ¿Qué sucede? — me preguntó en un murmullo Edward. Jasper apareció empujando a una niña de unos quince años, ella forcejeaba. Alice se acercó a la niña y Edward me cubrió los ojos con sus largos y fríos dedos.

El olor dulzón se intensificó.

Es el miedo a saber de qué trata este mundo.
Ver a unos amigos.
Gritar ''déjame salir''.
Rezar por el mañana, que me lleve más alto.
Presión en la gente, gente en las calles.

Under Pressure — Queen.

Cerré los ojos apoyándome en Edward. Él me abrazó con delicadeza.

— ¿Cómo se llamaba? — cuestioné en voz baja.

— Bree Tanner — respondió Edward —. Quería esconderse para huir con su novio, creo, se llamaba Diego.

— ¿Y era una neófita?

— Sí. Pero atacó a Emmett y Jasper — abrí los ojos y pude ver el cuerpo de Bree deshaciéndose en la fogata. Me sentí culpable por la chica. Me abracé las piernas y ubiqué con la mirada a Paul siendo vestido y auxiliado por Carlisle y la manada. Suspiré.

El fuego siguió bailando frente a mis ojos, el olor se esfumaba de a poquitos y Edward estaba callado a mi lado, acariciándome el cabello. Me levanté abruptamente y caminé hasta la manada. Jake me sonrió y Leah siguió mirando el suelo.

— ¿Está muy grave? — pregunté apuntando con la barbilla a Paul.

— No. Va a estar bien en dos días, aproximadamente — contestó Leah antes de correrse un poco. Me senté a su lado —. Y si no hubieras sacado la ponzoña…habría un lobo menos en la manada.

Asentí.

— ¿Y eres la novia de la sanguijuela Cullen? — Jake miró a Edward y luego a mí. Sonrió burlonamente.

— Algo así. Supongo — me encogí de hombros. Jake me abrazó fuertemente y sonrió abiertamente.

— Si lo son, debo felicitarlo. ¡Aguantarte! — bufó y sonreí levemente —. No te preocupes por Paul, te aseguro que tiene el orgullo en la mierda por saber que una chica, humana, le salvó la vida.

— De acuerdo. Pero cuando se recupere, quiero alardear de mis habilidades de superhéroe.

Jacob y Leah soltaron una carcajada.


Lancé otra maleta a la puerta de mi habitación. Abrí otra sobre la cama y corrí hacia mi armario para seguir empacando varias cosas para la gira.

La gente de Sony había avisado que la gira comenzaba en dos días, en Seattle. Nos dijeron que debíamos empacar las maletas para mandarlas al hotel, así que apenas Edward me había traído a mi casa me puse a alistar mi equipaje.

— ¿Por qué tu ropa es tan…? — Edward dejo la pregunta al aire y levantó un corset color rojo.

— ¿Ligera? — asintió y sonrió —. En un escenario da mucho calor, prefiero usar eso que un par de jeans.

— Yo prefiero el par de jeans.

— Pero en los ochentas se usaba así. Y la idea es rescatar el género, ¿recuerdas? — me di vuelta y le sonreí. Edward me atrapó entre sus brazos.

— Lo recuerdo — murmuró y se acercó a mi rostro —. Sin embargo, no me gusta que te vistas así frente a un enorme público.

— Te hice caso con lo de Victoria. No te haré caso en esto — aseguré con voz firme. Sonreí satisfactoriamente por su ceño fruncido.

Suspiró frustrado. Giré entre sus brazos para tomar un zapato del armario. Edward me quitó el zapato de las manos y rodé los ojos.

— Quiero que me expliques algo…

— Y yo quiero mi zapato — interrumpí.

— Te lo doy si me explicas algo — asentí y caminé hasta sentarme la cama. Enarqué ambas cejas —. ¿Cómo es eso de que ’’supones’’ que somos novios?

— Que yo sepa para ser novios hay que preguntarlo. Y ni tú ni yo lo hemos hecho, así que… ¿quieres ser mi novio, Edward?

Enlacé mis dedos debajo de la barbilla y sonreí por su cara de confusión.

— Se responde «Sí, Bella. Sí quiero ser tu novio» — agregué con sarcasmo.

— Sí, Bella. Sí quiero ser tu novio — murmuró en mi oído. Sonreí y estiré mis brazos hacia él. Me besó firmemente, mi suspiro no se hizo esperar, Edward entrelazó sus dedos con los míos y enredé mi otra mano en su cabello, presionando mis labios contra los suyos. El brazo helado de Edward me alzó y me puso sobre su regazo, jadeé y entreabrí mis labios. Sonreí y abracé con fuerza su cuello. Edward se alejó.

— No — dije y besé nuevamente sus fríos labios. Edward soltó una risa y me recostó en la cama para besarme suavemente. Hice un puchero que él besó con suma delicadeza.

— Debes empacar, Bella — sonrió torcidamente y rodé los ojos. Me senté en la cama.

— De acuerdo, pero esto se queda — aseguré lanzando la ropa ligera a la maleta.

Edward negó con la cabeza y frunció el ceño.


Abracé con fuerza a Jake en medio del bullicio del aeropuerto, él me elevó del suelo y me dio una vuelta.

— Te veré por la tele — prometió sonriente y yo lo volví a abrazar. Tragué saliva para no llorar, iba a extrañar mucho a Jake y a Leah.

— Cálmate, Bella — pidió Leah sacándome de los brazos de Jake —. No es como si desaparecieras del planeta.

La rodeé con los brazos y ella me estrechó con fuerza.

— Diviértete — deseó soltándome. Asentí y besé su mejilla. Ella se fue con Jake.

Me mordí el labio y Justin me sonrió suavemente. Me guiñó un ojo y señaló a los Cullen a unos metros de nosotros.

— Te veo en el avión — murmuró y yo asentí. Corrí hacia Edward y él me alzó en vilo, hundí mi rostro en su cuello para que no viera que iba a llorar.

— No llores — ordenó en voz baja y besó mi cabeza. Sollocé y enredé mis piernas en sus caderas.

— Te voy extrañar — dije en su oído y él me obligó a levantar la cabeza. Me abracé a su cuello y sorbí por la nariz.

— Es sólo un mes. Y tú vas a hacer algo que te gusta, no deberías ponerte triste —  aseguró obligándome a verlo a los ojos, pude ver que él también estaba un poco apenado —. Lograste aguantar cuatro meses sin que yo estuviera a tu lado…

— Siendo  zorra y depresiva — interrumpí e hice un puchero —. Pero esta vez no será así — juré levantando mi mano derecha, Edward besó el dorso de ésta.

— Te llamaré — susurró sobre mis labios. Me besó lentamente, cerré los ojos y me contuve de reclamarle por tratarme como una muñequita frágil. Enredé mis dedos en su cobrizo cabello y le respondí el beso con fuerza, queriendo quedarme así más tiempo. Escondí mi rostro en su hombro, besé su cuello suavemente y suspiré.

— De acuerdo — tomé aire y Edward dejó un casto beso sobre mis labios —. Debo ir a la gira. ¿Te traigo algo?

Edward negó con la cabeza. Seguí abrazada a su cuello.

— ¿Por qué no vas y te despides de Emmett? Le va a dar algo si no te suelto — dejé que mis piernas se soltaran, pero seguía estando con los pies en el aire. Me reí. Edward me dejó sobre mis pies y besé rápidamente sus labios.

— ¡Emmett! — exclamé y el aludido me dio una vuelta en el aire.

— Prométeme que ningún groupie (1) te va a manosear — exigió dejándome en el suelo. Sonreí.

— Eso nunca pasará — rodé los ojos. Emmett me abrazó nuevamente.

— Te veremos en la tele y yo seré el único que grite, vas a ver — me guiñó un ojo —. Claro, si a Edward no le da por besar la tele, o tal vez se vuelva un groupie  — murmuró y solté una carcajada.

Me empujó para seguir despidiéndome de todos los Cullen.


Abrí con violencia la maleta y rebusqué hasta dar con un corset negro, un par de medias de lycra del mismo color y un par de largas botas de cuero negras.

Me quité la camiseta y los shorts, noté como los dedos me temblaban mientras me desvestía, tomé aire e intenté calmarme. Lancé los zapatos a la puerta de mi camerino, y me puse el corset, lo acomodé frente al espejo, me coloqué las medias y las alisé bien. Suspiré.

Me miré en el espejo y respiré hondo.

— Todo va estar bien — le dije a la chica reflejada. Empecé a maquillarme mientras cantaba en voz alta para relajar mis cuerdas vocales, consejo de Edward; colgué de mi cuello varios collares oscuros y me puse varios brazaletes y pulseras negras. Tragué saliva.

— ¿Está lista, señorita Swan? — preguntó un chico desde afuera del camerino.

— Dame cinco minutos — pedí. Escuché como el grupo que estaba en el escenario empezaba a despedirse y entré en pánico. La puerta se abrió.

— Ya nos toca a nosotros, ¿qué pasa? — Justin se quedó mirándome por el espejo. Me mordí el labio y lo miré nerviosamente —. Bella…ya estuviste genial en dos conciertos enormes, lo vas a hacer bien en este.

— Está bien — suspiré y me levanté —. ¿Me falta algo?

— No. Vamos — asentí y le seguí los pasos hacia el escenario. Un tipo llegó corriendo y me entregó un micrófono apagado le agradecí con una sonrisa. Sam me entregó una chaqueta de cuero y me guiñó un ojo, me la puse rápidamente. Varios tipos llegaron y le dieron a cada uno su instrumento, una chica con una cámara enorme empezó a contar y supe que iban a grabar como salíamos al escenario.

Los chicos se fueron al escenario y tocaron la introducción de la primera canción, un tipo empezó a hacer la cuenta regresiva:

—…tres, dos, uno — y eché a correr al escenario, me acomodé el audífono que me habían puesto y empecé a mover la cabeza al ritmo de la batería de Justin. El público se alborotó.

— ¡Chicago! — grité y el público se emocionó.

Tras un repertorio de siete canciones originales y un cover (2) de The Runaways, nos tocaba dar espacio al siguiente artista. Sonreí al micrófono y todos dejaron de tocar, me quité el sudor de la sien y empecé a hablar.

— Ha sido una maravillosa noche, realmente ustedes son un grandioso público — los gritos aumentaron —. Y finalmente nos queda decir: ¡rockean, Chicago! — dije al micrófono y el público estalló en gritos y aplausos. Tomé las manos de Justin y Josh, todos hicimos una reverencia, los aplausos aumentaron y solté una carcajada antes de caminar hasta salir del escenario.

Chicago era la tercera parada de la gira. Seattle y Los Ángeles habían sido grandes conciertos según nuestro manager, Joe. La ciudad de los vientos era muy agradable, sobre todo sabiendo que Edward había crecido ahí, suspiré y tomé un gran sorbo de la botella de refresco. Me tiré en el sofá que había en los camerinos y cerré los ojos, realmente era agotador cada show, pero nadie me quitaba el gusto del público gritando los coros.

— ¿Por qué sonríes como idiota? — preguntó Zac con una toalla en el cuello y una revista en la mano.

— Porque me encanta nuestro público — confesé, sonriendo. Zac me lanzó la revista y se fue hacia la ducha.  En la portada aparecía una foto grande de un grupo popular del momento y abajo había una fotografía pequeña de los chicos y yo finalizando el concierto de L.A. y rezaba en un letrerito de letras amarillas:

« ¿Esta banda de rock logrará superar al gran grupo pop del momento? »

Gemí en voz baja, sólo llevábamos tres conciertos y ya estábamos metidos en rumores. Abrí la revista en el artículo y me sorprendí al ver que era una entrevista al grupo ese. Volví a gemir. La entrevista, de por sí, era una explicación de donde salimos nosotros y como el grupo entraba patéticamente en pánico porque los iban a bajar del trono.

Lancé la revista a la basura y me quité las botas para darme una ducha.

Los rumores apestan.


—No es eso. Es que…ella no se lo merecía. Ella solamente estaba muy enamorada, y estaba ciega de ira, creo que por eso es que me siento culpable.

— No deberías — refutó Edward al otro lado de la línea telefónica. Rodé los ojos y lancé la pelota púrpura contra la pared, ésta reboto y la atrapé.

— ¿Y dónde queda tu casa? — pregunté dejando de lado el tema de Victoria.

— ¿Qué casa? Sabes que vivo en Forks, Bella…

— ¡La de Chicago! — exclamé —. Tú me dijiste que naciste acá, quiero ver tu casa.

— Te llevaré yo, luego. No quiero que vayas sola — bufé. Estaba agotada pero Edward había llamado para felicitarme por la presentación del día, me quite los calcetines y me recosté en la cama.

— ¿Y Emmett gritó? — cuestioné —. Mientras me veía en televisión.

— Sí. Fue muy gracioso — aseguró vagamente.

— Te extraño — murmuré tras varios minutos de silencio. Edward suspiró.

— Falta poco — dijo como convenciéndose a sí mismo —. También te extraño. Mucho.

Torcí el gesto y me metí en la cama del hotel. Bostecé.

— Te estoy privando de una noche de sueño, ¿cierto? Mejor te dejo dormir — expresó. Negué con la cabeza, como si pudiera verme —. Te llamo mañana, estás agotada.

— No es verdad  — rebatí queriendo seguir hablando con él.

— Sí lo es. Descansa — pidió en voz baja, me hice un ovillo en la cama.

— Gracias — susurré cerrando los ojos. Sonreí mientras me quedaba dormida.

— ¿Bella? — preguntó, alarmado.

— ¿Sí?

— Te amo — murmuró y yo suspiré.

— Yo también te amo, Edward. Con locura — confirmé, somnolienta.


— Por acá — me empujó Justin a través de las calles de Chicago.

Rodé los ojos mientras le seguía los pasos por las abarrotadas calles llenas de gente.

— ¡Espera! — chillé y me incliné hacía el tierno gato del tejado de una tienda de cueros, alisté la cámara que había en mi cuello y le tomé una foto. El gato levantó la cola y se fue orgullosamente.

— ¿Por qué le tomas fotos a todo lo que ves? — inquirió. Me encogí de hombros, y seguí mirando al alrededor.

— Se le llama turismo — espeté y señalé una panadería —. ¿Podemos comprar pastelillos? ¿Sí?

Justin asintió cansinamente y corrí a la panadería. El hombre gordo se quedó mirándome estúpidamente.

— ¿Tiene pastelillos de frambuesa? Quiero dos, para llevar — el hombre gordo siguió mirándome.

— ¿Es…? ¡Oh, mi Dios! ¿Es usted? ¡Joanne, mira quién está acá! — tartamudeó el hombre. Fruncí el ceño.

— ¿Me podría dar los pastelillos? Y quiero un café…de esos que traen caramelo — pedí. El hombre gordo asintió y corrió torpemente hasta la cocina de la panadería. Justin se sentó en una mesa.

Me senté a su lado y esperé a que el hombre trajera mi comida, en su lugar llegó una chica más grande que yo, de unos veinte años y de ojos grises muy brillantes.

— ¡Eres tú! — chilló y me señaló. Miré a Justin que tragó saliva —. ¡Eres Isabella! ¡Y tú eres Justin! — gritó en medio de la panadería.

— ¿Y tú eres…? — inquirió Justin.

— Soy Joanne, su más grande fan — nos dijo con una enorme sonrisa.

— ¡Hola, Joanne! — Le di una sonrisa alegre — ¿Fuiste al concierto? ¿Te gustó?

— ¡Fue muy genial! — Chilló sentándose y dejando mi comida frente a mí —. Cuando entraste corriendo, o cuando tú te quitas la camiseta — señaló a Justin, él se sonrojó —, y cuando bailaste con Samantha, cuando tú tocaste el piano…fue grandioso. El mejor día de mi vida, Isabella y Justin.

Le sonreí y mordí mi pastelillo. Gemí en voz baja por el buen sabor.

— Debes probar esto — le extendí el pastelillo a Justin y el mordió.

— ¡Que sabroso! — Exclamó y tomó el otro — Me alegro de haberte dado el mejor día de tu vida, Joanne…y tus pastelillos son muy ricos.

Le guiñó un ojo y Joanne hiperventiló. Solté una risita y tomé un sorbo de mi café.

— Mis amigos dicen que eres sexy — comentó Joanne y señaló mi ropa. Rodé los ojos, ¿qué tenía de malo mi liguero?

— Dile a tus amigos que gracias — me encogí de hombros y ella le dio una enorme sonrisa a Justin.

— Y yo digo que tú eres muy sexy — aseguró a Justin y movió exageradamente su cabello negro. Justin tomó mi café y se levantó de la mesa.

— Joanne, ha sido un placer conocerte, me siento muy feliz conociendo a mis fans, pero ya debemos irnos — le dio un torpe abrazo a la chica y me jaló del codo —. ¡Y te amamos!

Le firmé la foto que me extendía, le di un beso en la mejilla y Justin hizo lo mismo. Ella jadeó cuando él la besó en la mejilla.

— Ten un bonito día, Joanne — le deseé y seguí a Justin a través de la panadería —. ¡Hey! Dame mi café.

Le di un sorbo y seguí caminando junto a Justin.

— ¿A dónde me llevas? — cuestioné.

— Estoy emocionado — dijo ignorando mi pregunta —. Ya tuvimos nuestra primera fanática de linda sonrisa, ¿cuántas crees que conoceremos?

— Todas. ¿A dónde me llevas?

— Sorpresa — gemí —. Te va a gustar.

Sonrió pícaramente y siguió caminando, revisando cada calle para cruzar por lugares que yo  no conocía.

— ¡Espera! — le tomé un foto a la linda pareja de ancianos en un parque. Justin rodó los ojos.

Continuamos caminando y yo ya estaba desesperada por saber a dónde íbamos. Zapateé con fastidio.

— Ya vamos a llegar. Cálmate — me sonrió suavemente y sacó un papel del bolsillo de su chaqueta —. Es por acá.

Pasamos a través de un estrecho callejón y se detuvo frente a una casa de estilo victoriano. Fruncí el ceño.

— ¿Qué hacemos acá?

— Tú me vas a amar; yo simplemente hago un favor — se encogió de hombros y me jaló hasta el porche de la linda casa. Dio dos golpes en la puerta y ésta se abrió, no había nadie tras el marco. Justin me empujó hacia dentro de la casa—. Me llamas si no llegas al hotel.

Me guiñó un ojo y cerró la puerta desde afuera.

— ¡No! — chillé y me lancé a la puerta. Escuché como Justin echaba llave y gruñí. Forcejeé con la puerta, pero no cedió. Pateé la puerta.

Tampoco cedió.

Me crucé de brazos, furiosa y me di vuelta. Edward me sonrió desde un sofá.

— ¿Tú eres la sorpresa? — inquirí caminando hacia él, confusa. Edward sonrió torcidamente.

— Eso creo — murmuró y me senté en sus piernas —. ¿Qué tal el camino?

 Acomodé mi cabeza en su pecho.

— Conocimos una fanática — susurré —, comí pastelillos y fotografié un gato — besé su cuello. Edward recorrió suavemente mi cintura y mi cadera. Suspiré.

— ¿No me vas a preguntar qué hago acá?

— ¿Debería? — cuestioné acercando mi rostro al suyo. Su frío aliento me hizo cosquillas.

— No.

Y me besó. Una de sus manos empuñó mi cabello mientras la otra estrechaba mi cintura. Jadeé y me aferré a su cuello, hundí mi lengua en su boca y Edward bajó su mano a mi cadera, la apretó delicadamente y siguió bajando hasta acariciar mis muslos. Gemí. Me sostuve de sus hombros y rudamente respondí el beso.

— Bella…

— Shhh — besé sus labios nuevamente. Edward rió y continuó besándome.


— ¿Te gusta la casa?

Asentí y acaricié con mi dedo la vieja foto de Elizabeth Masen.

— Se parece a ti — aseguré y señalé los finos labios de la dama victoriana. Edward sonrió suavemente —. ¿Y ese es tu papá?

Señalé la foto de un hombre besando la mejilla de Elizabeth Masen. Edward la tomó.

 — Sí. Y el día de esa foto yo estaba cumpliendo…dieciséis años, creo —  frunció el ceño y dejo la foto en su lugar.

— ¿No lo recuerdas? — pregunté, sorprendida.

— No muy bien — me sonrió, pero la alegría no le llegó a los ojos.

— Los extrañas — afirmé.

Edward suspiró.

— Ya no tanto — confirmó —. Pero…a veces siento que los reemplacé.

— No es así. Carlisle y Esme nunca los reemplazarán, lo sabes — le sonreí para infundirle confianza, Edward se inclinó y dejó un casto beso sobre mis labios.

— Les gustarías — aseguró mientras seguíamos caminando por uno de los pasillos de su casa.

— No me lo creo — refuté —. La chica que se emborracha, sale en lencería y fuma no sería lo que ellos hubieran querido para ti.

Edward resopló y me obligó a levantar el rostro. Enarqué una ceja orgullosamente y Edward sonrió.

— ¿En serio piensas eso? — preguntó suavemente.

— Sí. Pero luego recuerdo todo lo que he logrado, siendo como soy, y desaparece la idea de que soy inferior a ti.

Sonreí abiertamente.

— Te quiero preguntar algo — dijo mientras volvíamos a bajar las escaleras. Se sentó en el sofá y yo, nuevamente, en sus piernas.

— ¿Y qué es?

— Respecto a tu mortalidad — musitó y yo me acurruqué en su pecho —. ¿Quieres hacerlo?

Cerré los ojos, ¿qué le podía decir? Me gustaba mi vida, era algo que nunca había imaginado, una locura. Pero quería ser como Edward, para estar con él siempre. Y no me gustaba elegir entre cada trozo de mi vida. Me mordí el labio.

— No quiero ponerte a elegir — murmuró en mi oído. Recorrió mi silueta y suspiré.

— Lo quiero hacer — lo miré a los ojos —. Pero como tú lo llegaste a pensar, no antes de los veinte.

Edward asintió y besó mi cuello.

— Pero… ¿lo quieres tú? — inquirí.

— Bella, de ser por mí, ya te hubiera transformado y serías toda mía— aseguró. Besó mi cabello y acarició mi mejilla.

— ¿Por qué estamos en tu casa?

— Porque quiero involucrarte en toda mi vida. En esta casa yo crecí y pasé momentos que me hubiera encantado pasar contigo, toda mi humanidad, por ejemplo.

Sonreí. Edward se inclinó y besó mi frente.


Taché la última ciudad de la gira de mi camiseta escrita a marcador. Sonreí, orgullosa. Una gira de veinte ciudades de los Estados Unidos habíamos logrado completar, Sam aplaudió desde la puerta de mi habitación de hotel. Le di una sonrisa y ella se fue a seguir empacando.

Recogí mi cabello en una coleta y suspiré. Realmente me asustaba volver a mi casa, ver a la gente apuntándome con el dedo y la críticas infaltables de la gente amarillista. Gemí en voz baja. Quizá la gente de Forks ni siquiera sabía de la pequeña fama lograda en la gira, quizá seguían encerrados en sus burbujas de musgo verdoso y chismes poco originales. Empecé a empacar mi ropa, agotada de la gira y con ganas de tirarme en mi cama para no volver a despertar.

La gente gritaba cuando nos veía en la calles; como si fuéramos alguna clase de monstruo de película de terror, y yo me lo creía así…hasta que llegaban corriendo a pedir autógrafos. Los fanáticos eran geniales; se emocionaban y lloraban mientras nos abrazaban, resultaba gratificante cuando empezaban a decirnos cuan identificados se sentían con nuestras canciones. Sonreí.

Cogí mi teléfono y le tomé una foto a la camiseta tachada. La publiqué rápidamente en una de mis redes sociales con un comentario de agradecimiento a los fans y seguí empacando mi maleta. Josh carraspeó.

— ¿Te ayudo con eso? —Señaló la maleta abierta —. No la vas a lograr cerrar.

Asentí y me senté encima de la maleta. Josh la cerró y le puso un pequeño candado.

— ¿Qué pasa? No eres la clase de chico que anda por la vida ayudando a la gente — comenté. Josh refunfuñó varias palabrotas.

— Quería hacerte notar que no has vuelto a gritar en las noches — recitó.

— Ya me lo había dicho Zac — me encogí de hombros y Josh suspiró —. Pero gracias. Es bueno saber que me veo mejor.

Le sonreí y él se tiró en la cama.

— Sam manda a decir que va a haber noche de películas de terror, cuando lleguemos a casa.

Asentí nuevamente.


Jessica Stanley miraba furiosamente a mi dirección. Le sonreí cínicamente y jalé mis maletas en medio del aeropuerto, Justin soltó una carcajada.

— ¿Qué le pasa a esa loca? — preguntó Zac. Me encogí de hombros y me acomodé las gafas de sol sobre la nariz.

— No lo sé. Pero es hora de ir a casa — respondió Sam.

— Y yo debo ir a visitar a Charlie — agregué.

— Y a Edward — canturreó con voz aguda Josh. Rodé los ojos.

Se escuchó un avión despegar y torcí el gesto.

— Vamos a casa. Este lugar apesta — musité poniéndome los audífonos. Empezamos a caminar rumbo un taxi.

La gente se quedaba mirándonos conforme pasábamos. Yo les sonreía abiertamente, al igual que Sam, pero ella les lanzaba besos. Las miradas se tornaban sorprendidas, e incluso sonrojadas en ese momento.

 El hombre del taxi iba tarareando una vieja canción.

Encendí un cigarro y bajé la ventana del taxi, saqué mi brazo y me apoyé el él para ver al bosque pasar frente a mis ojos. Exhalé lentamente. Me gustaba mi vida, era divertida y tenía cosas que todo — casi todo — el mundo quería: fama, dinero, familia y amigos. Sonreí, feliz de tener todo eso. No quería renunciar a todo eso, aunque Edward lo valiera, no estaba segura de nada. Exhalé nuevamente.

— ¿Por dónde dice que es? — preguntó el taxista. Le repetí las indicaciones para llegar a mi casa con fastidio. Me tocaba un taxi para mí sola porque no cabíamos todos en uno solo.

Apreté los labios en una fina línea. Realmente quería dormir…y abrazar a Edward. Negué con la cabeza, me estaba volviendo en exceso dependiente, cerré los ojos e intenté pensar en otra cosa.

El taxi se detuvo y me bajé rápidamente. Le lancé un par de billetes al hombre y siseé un «Conserve el cambio».

Le sonreí a la persona sentada en el porche de mi casa y el taxi arrancó. Jalé un par de maletas tras de mí.

— ¿Planeas ayudarme?

Edward sonrió y pronto estuvo a mi lado. Me quitó de las manos las maletas y me sonrió.

— ¿Cómo te lleva la fama?

(1)Un/a groupie es una persona que busca intimidad, emocional o sexual con un músico u otra celebridad {Sacado de Wikipedia}

(2) Es una nueva interpretación (en directo, o una grabación) de una canción grabada previamente por otro artista que el que la interpreta {Sí, también lo saqué de Wikipedia}

sábado, noviembre 26, 2011

Capítulo diecisiete — Victoria.

Disclaimer: Es excesivamente obvio que Crepúsculo y sus personajes son de Meyer. Me pertenece la historia y uno que otro personaje. Te torturaré y envenenaré con jazmines si la plagias :)

Dedicado a mi futura esposa, April. Ella sabe que no la dejaré plantada en el altar ;)

Una advertencia a la gente. 
El bueno y el malvado. 
Esto es guerra 
Para el soldado, el civil 
El mártir, la víctima 
Esto es guerra 
Es el momento de la verdad y el momento de mentir 
Es el momento de vivir y el momento de morir 
Es el momento de luchar, en el momento de luchar, luchar, luchar, luchar

30 Seconds to Mars —. This is War


Capítulo diecisiete — Victoria.

Edward me abrazó por la espalda, apoyando su barbilla en mi hombro. Carlisle suspiró. Alice y Jasper me miraron con precaución.

— Ya ubicamos a Victoria.

Ladeé la cabeza. Realmente, no me afectaba tanto que Victoria volviera; no era importante, ya había soñado tanto con su regreso, que ahora no asustaba. Ahora que aparecía, no se me disparaba el miedo, quizás ya le había perdido el miedo a morir. No tenía nada que perder, no realmente.

No tenía a Edward, él era libre. Charlie tenía a Sue y Renee a Phil. Los chicos se tenían mutuamente, y también tenían familia propia…y los Cullen podrían seguir tranquilamente sin mí.  Sentí a Edward intentar soltarme de su abrazo, pero mantuve sus manos en torno a mí.

— ¿Y qué voy a hacer?

Los Cullen me miraron extrañados, seguramente creían que las palabras de Allie me aterrorizaban, pero no era así.

— Victoria está formando un ejército de neófitos en Seattle, por eso las desapariciones — me explicó Jasper —. Emmett y Edward estuvieron en Seattle, y el neófito más antiguo pensaba en Victoria.
Le fruncí el ceño a Jasper, ¿no se suponía que Edward se la pasaba alrededor de mi casa? ¡El muy cabrón me había mentido! Me solté de su abrazo con fuerza y enarqué una ceja hacia Jasper.

— ¿Victoria tiene un ejército de neófitos? — solté con ironía y tomé mis zapatos del suelo —. Lo repito: ¿qué voy a hacer?

La puerta se abrió. Esme, Emmett y Rosalie ingresaron al reducido espacio del despacho. — Tú no debes hacer nada, cielo. Nosotros nos encargaremos de la pelirroja y sus locuras — Esme me sonrió dulcemente.

— No puedes — susurré sabiendo que me escucharía.

— No digas eso, cariño — suspiré por su tenacidad.

— ¿Y los chicos?

— Decidieron irse. Estaban agotados por el concierto y esas cosas.

— Oh.

Emmett rodó los ojos y se sentó sobre el escritorio de Carlisle. Caí en cuenta de que me tocaba quedarme en la casa Cullen, gruñí y miré a Jasper.

— ¿Cuál es el plan?

Jasper sonrió satisfactoriamente y empezó a hablar.


Edward se detuvo en el límite del tratado. Yo seguí mirando por la ventana, ignorándolo.

— Bella…

— Cállate, Edward — siseé y seguí mirando la violenta lluvia.

— No. Cállate tú — me volteé, enojada —. Todo esto lo hacemos para que sigas con vida y tú te estás quejando. No deberías, ¡es tu vida! ¿Qué planeas? ¿Huir? ¿Irte con Victoria, al igual que con James?

— Cállate.

— ¡No! — gritó y el auto tembló. Yo también —. Me importas, ¡y ese es el puto problema! Parece que a ti no te importara tu supervivencia.

— Mi ex novio es un vampiro. No tengo instinto de supervivencia — le contesté como si fuera lo más obvio del mundo —. Wow. Dijiste una palabrota — agregué con sarcasmo. Edward pellizcó el puente de su nariz.

— Huiste con James. ¿Harás lo mismo con Victoria? — mi miró con furia y le sostuve la mirada.

— Estoy acá. Contigo. ¿Te parece que voy a huir, idiota? Estoy siguiendo el chingado plan de Jasper. Pero tú me mentiste, ¡nuevamente! Se supone que buscabas a Victoria…

— Y la encontré — interrumpió con aburrimiento. El estúpido cabrón tenía razón — ¿Saludarás al perro?

— Su nombre es Jacob. Y me salvará la vida, imbécil — abrí la puerta del auto, dispuesta a bajarme y Edward me jaló del brazo. — ¿Qué?

Edward se estiró y cerró la puerta. Puso el seguro y se cruzó de brazos.

— Solamente me preocupo por ti.

— Sería mejor que no lo hicieras.

— Cállate, Bella.

— ¡Cállame!

Suspiré. La discusión no llegaba a ningún lado y ya sentía los ojos llenos de lágrimas por la furia.

— Lo lamento — murmuré rompiendo el incómodo silencio—. Esta mierda me tiene con las emociones alborotadas…tú sabes — cerré los ojos y me apoyé en la puerta.

— ¿Ya te calmaste? — inquirió y yo asentí con el nudo en mi garganta. Sus dedos se entrelazaron con los míos — Te espero acá. Haz lo que te pidió Jasper — asentí nuevamente y me incliné para rozar mis labios contra su mejilla. Baje rápidamente.

Busqué con la mirada la casa de Sue. Si Leah estaba ahí, ubicaría a Jake antes; Sue me recibió con una sonrisa en los labios.

— Buenos días, Bella. ¿Cómo has estado?

Sonreí cortésmente y le comenté acerca de mi graduación y el lanzamiento de mi disco, ella me invitó un café y me habló que desde lo de de Harry los chicos se habían alejado de casa. Yo me quedé callada.

— ¿Quién es Harry? — le pregunté ocultándome tras la tacita del café tímidamente.

— Harry era mi esposo.

— Oh — hice una mueca triste —. Y se divorciaron, ¿verdad?

— No. Él falleció — se me hizo un nudo en la garganta, ¿cómo se sentiría eso? Me levanté de la silla viendo los ojos llorosos de Sue y la abracé con fuerza, queriendo confortarla de su perdida. Ella se abrazó a mí y sollozó entre mis brazos.

— ¿Mamá? ¡Mamá!, ¿qué pasó? — gesticulé un «Harry» con los labios y ella abrazó a su madre por la espalda, murmurándole palabras de apoyo.  Leah señaló la puerta y Jake estaba apoyado en el marco de esta, caminé hasta él y Leah gritó: — ¡Los alcanzo luego!

Jake caminó conmigo hasta la playa, le seguí los pasos con nerviosismo, el mundo se le estaba viniendo encima y yo lo iba a joder. Suspiré.

— Sobre las…cosas…lobunas. No quiero saber mucho sobre eso — dije en voz alta y Jake enarcó una ceja.

— ¿Cosas lobunas?

— Sí. Eso. Leyendas — Jake se apoyó en el tronco de un árbol.

— Ve al grano — soltó.

— Necesito ayuda. Una pelirroja loca me quiere matar, y no me quejo, tiene todo el derecho del mundo…pero los Cullen se preocupan por mí y me dijeron que le pidiera ayuda a los licántropos de la Push…
—Espera, ¿a ti no te importa que la chupasangre pelirroja te quiera desangrar? — inquirió sorprendido.

— ¿Debería? Me voy a morir, en cincuenta años, quizá dos. No me importa.

Jacob miró hacía el límite del tratado y sonrió amargamente.

— ¿De nuevo eres la novia de la sanguijuela Cullen? — enarqué una ceja.

— No — siseé —. No somos novios, ni nada por el estilo. Ya te lo dije, los Cullen creen que es bueno usar a los licántropos como ayudantes.

— ¿Y si me niego?

— No me quejo. Yo tampoco quiero esto.

— Iré. Voy a ver si alguien más se apunta al plan de matar sanguijuelas. Incluso la pelirroja, escapa tan fácilmente…

Se quedó mirando hacia los árboles y Leah apareció entre el follaje verde.

— ¿Han visto a la pelirroja? — pregunté, pasmada. Victoria pudo haber estado tan cerca de mí, y yo seguía cometiendo locuras.

— Hace unos tres meses. Se la pasaba muy cerca de la casa de Charlie. Luego desapareció — contó Leah, Jake le pasó un brazo por la cintura —. Y yo voy.

— ¿Por qué?

— Si Jake va, yo estaré con él. Así será ese día. Y siempre — Leah recitó como si fuera un juramento del cual dependía su cabeza.

Sonreí. No quería que me contaran toda una gran historia sobre lobos enormes, ya había tenido suficiente el día de la transformación de Jake en uno de esos. Ya tenía dos lobos, ¿eso bastaría para el plan del Mayor Jasper? Recordé momentáneamente a Emmett burlándose de Jasper con esas palabras «Quieto, Mayor Jasper. Le informo que en este momento no tenemos tiempo para mascotas» Jasper lo había ignorado y siguió comentando la locura de meter a licántropos con neófitos.

Abrí la boca para agradecerles  y me fijé en ese lindo brillo mutuo de los ojos de Jake y Leah al verse a los ojos. Me callé y arranqué una hoja del árbol más próximo.

— ¡Yo voy! — exclamó un chico más joven que Jake, iba saliendo del tupido follaje. Sabía que Sue me lo había presentado…pero no lograba acordarme de su nombre.

— No vas a ir, Seth. Es peligroso — le dijo Leah.

— Iré, será divertido.

Seth le dio una sonrisa infantil y se fue.

— Hablaremos con Sam, Bella — me habló Jake —. Le diremos lo de la chupasangre pelirroja y quizá vaya con nosotros.

— Okay — asentí —. Pero ten claro que yo no quiero esto.

— Por eso mismo lo haré. Es divertido llevarte la contraria.

Le di un suave empujón. Él soltó una carcajada y me despeinó el cabello. Lo miré feo.

— ¿Quieres ir a comer? Tenemos hambre — asentí nuevamente y él sonrió abiertamente, más que de costumbre estando al lado de Leah.


La casa a la que me llevó Jake era bastante similar al resto de las de la reserva, de madera, pequeña y una sensación calurosa que se instalaba en tu pecho.

— No mires sus cicatrices — murmuró Leah en mi oído, Jake abrió la puerta. Una chica estaba de espaldas, parecía que cocinaba algo. Se dio vuelta y miré con horror las cicatrices enlazadas por toda la mitad de su rostro. Aparté la mirada con violencia y observé interesadamente mis pies, ¿qué le había pasado en su rostro a la chica?

— Emily, ella es Bella. Bella, ella es Emily — nos presentó Jake.  Levanté la mirada con cuidado y estiré mi mano hacia ella, noté que mis dedos temblaban.

— Un gusto, Bella. Los chicos han hablado maravillas de ti — dijo Emily estrechando mi mano, me jaló y besó mi mejilla.

— Sabes que eso no es cierto — refutó Leah sentándose en el mesón de la cocina —. Te odian — se encogió de hombros mientras mordía un trozo de pan.

Tomé uno de los panes de la mesa. Emily siguió cocinando varias cosas a la vez, mientras Jake le preguntaba por Sam Uley; entendí que había salido por comida para la manada. Emily me sirvió una sopa, le sonreí tímidamente y le di un sorbo a la sopa. Sabía muy bien.

— Supongo que te preguntas que me pasó en la cara — comentó Emily desde la estufa —. Sam perdió el control cerca de mí, su imprimada.

— ¿Su qué?

— Imprimada — suspiró, se volteó y me sonrió.

No mires su cicatriz. No mires su cicatriz. No mires su cicatriz, me repetía en la cabeza pero no pude evitar fijarme en la mitad cicatrizada de su rostro.

— ¿No le han explicado? — cuestionó a los chicos, ambos negaron con la cabeza — Cuando…un lobo… ¡Dios! No sé cómo explicarlo — frunció el ceño y siguió cocinando.

¿Qué chingados era la imprimación? ¿Los lobos acaso salen de una impresora? La miré con confusión. El teléfono sonó. Jake y Leah me dieron una sonrisa de disculpa.

— Tú misma dijiste que no querías saber cosas lobunas. Yo te hago caso — indicó Jake.

— Y tú dijiste que es divertido contradecirme.

— A veces. ¿Terminaste con eso? — señaló mi plato mientras preguntaba, asentí y se comió lo que me faltaba.

Me despedí rápidamente, era verdad que no quería saber nada de lobos, pero si seguía ahí me daría un ataque de curiosidad y terminaría preguntando sobre cada cosilla insignificante. Hice un gesto hacia Emily, dándole a entender que ya me iba, ella agitó su mano hacia mí.

El volvo estaba orillado en el límite del tratado, caminé hacia el auto y golpeé la ventana de Edward. Ésta bajó muy lentamente.

— Sube.

Me encogí de hombros y me senté en el asiento del copiloto. Le sonreí. Edward rodó los ojos y encendió el auto, yo seguí mirándolo.

— ¿En serio no te importa que Victoria te quiera matar? — hizo un violento derrape y enterré mis uñas en la tapicería de cuero.

— No… ¿y qué te he dicho sobre espiar a las personas? — enarqué una ceja y el auto frenó abruptamente —. No discutamos, ¿vale? Después de todo ganaría yo — Edward rodó nuevamente los ojos y se inclinó hacia mí.

— Te importe o no, te voy a proteger de Victoria — dijo seriamente. Acarició mi pómulo y luego besó mi frente —. ¿Te llevo a tu casa?

— Por favor.

Edward empezó a conducir mientras yo le informaba sobre los tres lobos que había conseguido, él dijo que esos eran probablemente suficientes para Jasper. Quizá no, y necesitaba más.

El plan, si había entendido, era ocultarme en el bosque con alguno de los lobos porque ellos disfrazarían mi olor; así Victoria no me ubicaría con tanta facilidad, pero el resto de lobos que consiguiera debían luchar junto a los Cullen contra los neófitos. Y yo no quería eso.

Ni siquiera me despedí cuando me bajé del auto.


Llegué, temblando de pies a cabeza, a la habitación de Sam. El calentador del agua se había jodido mientras me duchaba y me tocó terminar de bañarme  con agua helada. Toda mi ropa estaba mojada, así que iba a pedirle ropa a Sam.

Toqué con mi puño temblando y Sam abrió la puerta con una sonrisa. Su sonrisa se amplió al ver que sólo venía en toalla y afuera estaba cayendo una tormenta. Caminó hasta su armario para darme un grueso sweater y un par de pantalones holgados de algodón.

— ¿Necesitas ropa interior? — preguntó apenas me entregó la ropa.

— No, gracias. Ya tengo.

Y con eso me devolví a mi habitación, aún temblando.

— Lamento no poder ayudarte con eso — me dijo Edward desde mi escritorio —. Me gustaría poder darte algo de calor.

Sonrió tristemente. Lo ignoré mientras me ponía el sweater.

— No seas estúpido. A mí no me gusta el calor…no en exceso. Y no me gustaría que tú fueras caliente, así eres genial.

Me recosté en la cama y me tapé hasta el cuello, Edward se sentó a mi lado y besó uno de mis pómulos: — Descansa. Lo necesitarás.

— No quiero. Quiero que me digas que ha visto Allie acerca de los neófitos — pedí acurrucándome en las cobijas.

Edward frunció levemente el ceño.

— No es muy claro. Riley, el neófito más antiguo, piensa en Victoria como su dueño…cree que Victoria está con él por amor, cuando la realidad es que ella lo usa.

— ¿Cómo lo sabes? — interrumpí.

— Ponle lógica, Bella. Riley es uno de las tantas personas desaparecidas de Seattle y sus alrededores, Riley es de Forks, conoce la zona. Es el único que ha durado más de dos meses con Victoria, ha venido acá…

— ¡¿Qué?!

La respiración se me aceleró y mire, aterrorizada, mi habitación.

— Cálmate — exigió —. No sé porque, pero vino por ropa y pertenencias tuyas, hace tres días. Alice no logró entender sus razones y los pensamientos de Riley sólo giran en torno a Victoria, sus mandatos y su belleza. Ella está involucrando gente que Alice no conoce para lograr el factor sorpresa.

— Ya vio cuando, ¿cierto?

Asintió.

— En dos semanas. Llegarán a un claro del bosque. Jasper, Emmett y Rose lo están explorando para tener algo de ventaja.

Mi teléfono sonó, al tiempo que un trueno. Di un brinco y contesté. Era Jacob, informándome que todos los lobos se habían apuntado al plan de asesinar a la pelirroja. Aseguró que a todos les parecía divertido llevarme la contraria y que Sam Uley no estaba molesto conmigo. Edward me observó todo el tiempo


Tras una semana de lluvias y cartas de fanáticos, Sony pospuso la gira, argumentando que los grupos que nos acompañarían tenían problemas internos. Yo me limité a rodar los ojos por lo patético de la situación.

Los Cullen no me dejaban ir a su casa —. Tenemos que hacer cosas peligrosas, Bella — solía decirme Edward o Carlisle, mientras yo seguía encerrada en el volvo intentando ver algo de la mansión.
Por eso mismo, había arrastrado a Justin a través del bosque, quería ver lo peligroso que se pudiera hacer en la casa Cullen, ¿ver películas de acción en el televisor de plasma?

— ¿Se puede saber qué hacemos en la casa de los Cullen?

— Cállate, Justin — siseé. Me asomé tras el árbol, no se veía a nadie en la sala de estar. Caminé entre los árboles, Justin me siguió los pasos y me asomé nuevamente para ver que el patio trasero también estaba vacío.

Salimos de los árboles y nuevamente me fijé a nuestro alrededor. Justin bufó.

— ¿Qué? — inquirí, molesta.

— No tengo idea de por qué vinimos caminando hasta esta casa, ¿me podrías decir el porqué?

— Sí — respondí, vigilando —. Edward dijo que no podía venir a esta casa…porque hacían algo peligroso. Y yo quiero saber ese ’’algo’’.

— Te espero acá — aseguró sentándose en el pasto —. A diferencia de ti, yo quiero seguir viviendo.

— Eres una nenita cobarde — escupí y empecé a andar nuevamente hacía el bosque tras la casa Cullen.

— ¡Gritas si pasa algo!

Bufé y atravesé los árboles, no podía creer que alguien fuera tan cobarde.

— ¡Eso fue trampa, Jasper! — reconocí el furioso gruñido como Emmett. Me rasqué la frente en confusión y me hundí un poco más en los arbustos.

Dos borrones pasaron frente a mí, di un paso hacia atrás, un montón de borrones  se movían ágilmente por el pequeño claro. Solté un grito cuando uno de los borrones me tomó en brazos.

— ¡Bella! — exclamó un manchón de cabello oscuro —. Ya nos hacías falta, hemos extrañado tus notitas agudas cuando cantas.

— ¿Eh? — parpadeé para enfocar algo, sin embargo estaba muy mareada. No reconocía la voz masculina.

— ¿Qué le pasa, Carlisle?

— La mareaste — abrí la boca, dispuesta a gritar por ayuda. Una mano helada me cubrió los labios. Abrí los ojos y todos los Cullen me miraban.

— ¿Qué me miran? — cuestioné intentando mantener en vano la voz firme.

Jasper y Rosalie se dieron vuelta, sonriendo. Miré el cielo aburridamente y rasqué una de mis piernas.

— Lo peligroso está en su patio trasero — aseguré mientras me sentaba —. ¿Qué es?

— Practicamos para asesinar a los neófitos.

Edward golpeó a Emmett en el hombro. Giré mi cabeza hacia donde debería estar Justin y bostecé, estaba teniendo pesadillas más vividas y dormía menos.

— ¿Por qué  no vas a la casa y duermes una siesta en la habitación de huéspedes? — Esme me miró, preocupada.

 — Estoy bien. Es que…Emmett me asustó — el aludido soltó una de sus fuertes carcajadas —. ¿Por qué no hacen esto con los lobos?

— No tenemos su número —contestó Rosalie sarcásticamente —. Y no le veo lo interesante a hacer esto con lobos, ¡somos siete! — su tacón se enterró en el pasto cuando zapateó.

— Pero es necesario, encontrarán a Bella más rápido si detectan el olor a vampiro — siseó Edward.

— ¿Y si le preguntan a Laurent? — pregunté, confusa —. Él podría saber algo de los planes de Victoria.

— Yo también. Una semana, en el claro donde jugamos beisbol. Veintidós neófitos que creen que si te encuentran, te pueden drenar — intervino Allie —. Y Laurent está muy feliz con los Denali.

— ¿Y si traen a los Denali? — todos rodaron los ojos ante mi cuestionamiento  —. ¡Mírense! Están todos sucios y el pantalón de Emmett está roto. Sería más fácil con más gente, ¿no creen?

— No. Habría más posibilidades de dividirnos mucho. Y más heridos — tragué saliva ante las palabras de Jasper.

— Okay.


Llamé a Sam para preguntarle sobre Justin, no estaba cuando regresé a la casa Cullen, y me asusté. El muy estúpido había regresado a casa dejándome a cargo de los Cullen, y él no sabía que los Cullen estaban en casa. Suspiré.

Edward me besó el tope de la cabeza mientras mirábamos fijamente su casa, sentados en el pasto.

— ¿Sabes qué no pasará nada malo, cierto? — preguntó de repente.

— Quiero que me prometas algo — murmuré arrodillándome frente a él —. Quiero que me prometas que cuando pase todo esto…

— ¿Qué?

— Quiero que estés conmigo. Promételo — dude —…prométeme que estarás conmigo siempre.
Edward me tomó el rostro entre las manos y me beso la punta de la nariz.

— Siempre — prometió y suspiré, aliviada — ¿Creías que te dejaría nuevamente? — asentí y él negó con la cabeza.

— Y prométeme que nadie te hará daño allá.

— ¿Qué te crees? ¡El Mayor Jasper me entrenó! — solté una pequeña carcajada —. Lo prometo.

Rocé mis labios contra los suyos en un muy suave beso. Edward sonrió en mis labios antes de dejar unos suaves besos de mariposa sobre ellos, cada vez más largos. Cerré mis ojos y suspiré, empuñé el cuello de su camisa entre mis dedos y le seguí el ridículo — y tierno —juego de los largos besos de mariposa.

— Somos muy estúpidos — dije sonriente y él me estrechó con fuerza entre sus brazos.


Tomé aire innecesariamente mientras restregaba mi cara. Ya había pasado otra semana, lo que significaba que los Cullen estaban en el claro, esperando a Victoria y los neófitos. Torcí el gesto.

Los lobos habían recibido unas breves clases de «Cómo matar a un vampiro neófito» y Jacob había quedado encantado con todos esos trucos que se sabía Jasper, pero yo no vi nada porque debía prepararme para una gira de conciertos. Quise escupir cuando me enteré que tenía manager.

Me acomodé los jeans y Paul rodó los ojos.

— No es como si te fuera a ver algo — indicó y yo sonreí cínicamente.

— ¡Listo! — Exclamé y enarqué una ceja hacia Jasper — ¿Y…?

— Debes cargarla, Paul — éste farfulló varias palabrotas mientras me tomaba al estilo novia.

— ¡Qué dulce! — ironicé.

— Y debes llevarla al punto más alto que encuentres — pidió amablemente Jasper.

— ¿Y por qué yo me pierdo la diversión? — inquirió con fastidio. Jasper se dio vuelta, ignorándolo. Paul gruñó y echó a correr entre el verde follaje, me abracé a su cuello para no caerme, tras varios minutos en que el viento me alborotaba el pelo, Paul empezó a detenerse —: Jacob te debió haber traído. Yo quería matar pelirrojas y neófitos.

— Quizá te guarden alguno — contesté ácidamente mientras él me ponía sobre mis pies rudamente. 

Miré encantada a mi alrededor, desde esa altura se podían ver muchos árboles, y  gran parte del bosque.

Paul me lanzó una cobija.

— Va a hacer frío — explicó —. Y Sue me lo pidió.

Se sentó en el suelo. Caminé hasta quedar a su lado y me senté, me arropé y tapé una de sus piernas con la cobija. Bufó. Le quité la cobija y seguí mirando, asustada, hacia el boque. Me pregunté si todos estarían bien, si Victoria y sus neófitos ya habían llegado o si los Cullen y los lobos estaban hablando de cualquier mierda.

Di un respingo cuando un lobo enorme, pero más pequeño que Jake, salió del follaje.

— Hola, Seth — Paul saludó y yo le sonreí a Seth.

— Hey, amigo — le rasqué detrás de las orejas y él se inclinó cómodamente. De repente se tensó.

— Quédate quieta, amante de chupasangres — siseó Paul, empujándome hacia atrás. Le hice caso y me escondí tras uno de los árboles. Paul saltó al aire, un montón de tiritas de ropa cayeron para todos lados y un enorme lobo gris hizo acto de aparición, gruñó hacia el bosque.

Inconscientemente, mi mano fue hacia la cicatriz que había dejado James, era el último recuerdo de él para todos. Traté de calmarme y curiosamente funcionó que pensara que allá abajo todos estaban bien. Paul se abalanzó contra los árboles y un manchón rojizo lo esquivó.

Victoria me sonrió.

— Tiempo sin verte, Bella — dijo con su vocecita aguda y sus ojos borgoña brillando. Un hombre salió del mismo lugar y le enseñó los dientes a Seth, una obvia proposición para pelear.

Apreté mis labios en una fina línea y luego le sonreí abiertamente a Victoria.

— Lo mismo digo. Aunque, para mí, no es un placer verte — su sonrisa desapareció y gruñó —. ¿Acaso tienes rabia? Por supuesto, yo fui la última que pudo ver a James…

Sonreí mientras me acercaba más a Victoria. Otro lobo que no conocía la empujó lejos, ella trepó un árbol y me miró con furia.

— ¡Fue por tu maldita culpa! — torcí el gesto por su voz aniñada — Y hoy vine a vengarme, puta.

El otro lobo me empujó y choqué con los árboles. Jadeé por el golpe y me hundí entre el follaje. El otro hombre — que descubrí que era vampiro por sus ojos borgoña — se acercaba a mí lentamente.  Le entrecerré los ojos y él me arrinconó contra un pino.

—  A mi Victoria le va encantar poder matarte — aspiró con fuerza de mi cuello y forcejeé en vano —. A mí también, pero ella te quiere a ti — sentí su helado aliento en mi cuello y vi como su cuerpo era arrojado lejos.

— Gracias — murmuré a Paul. Él se fue tras Victoria. Seth mordió el hombro del vampiro y éste soltó un alarido de dolor. Me estremecí. El otro lobo le arrancó las dos piernas de un mordisco y el vampiro empezó a gritar:

— ¡Victoria! ¡Por favor! Tú me amas, ¡ayúdame! Y nos iremos lejos, tú y yo… ¡Victoria!

Miré con horror que Seth le soltó el hombro y el otro lobo le arrancaba la cabeza, Seth empezó a ayudar a Paul y el otro lobo partió en pedacitos al vampiro.
Victoria gruñó, ciega de rabia y se abalanzó sobre mí. Paul la mordió en el brazo.

— ¡Estúpido perro! — exclamó con sus ojos negros y salvajes amenazando a Paul. Él la empujó y el otro lobo la mordió en la pierna, sin arrancársela.

Victoria lo lanzó lejos y mordió a Paul en la pierna. Jadeé. Paul aulló y yo corrí a su lado.
Entonces el otro lobo y Seth arrinconaron a Victoria, el uno contra el otro. Los ignoré y empecé a auxiliar a un desnudo y humano Paul.

— Quédate quieto — pedí mientras me quitaba la camiseta y apretaba la herida, la ponzoña, negra y viscosa, manchaba mis manos y mi camiseta. Seguí apretando, viendo como cada vez salía más sangre y menos ponzoña. Paul gimió de dolor. Lo compadecí sabiendo cuanto dolía la ponzoña ardiendo en tus venas. El olor de la sangre me estaba mareando.

Me levanté. Seth mordía el cuello de Victoria y escuché el crujido de su cabeza al despegarse de su cuerpo. Temblé, y como en una mala película de terror su cabeza rodó hasta quedar a mis pies. La tomé con delicadeza.

El otro lobo se fue hacia el follaje, al igual que Seth y luego de unos segundos aparecieron con unos pantalones cortos puestos, y otros en la mano. Con cuidado les ayudé a que se los pusieran a Paul. El otro lobo, era Embry. Me sonrió tímidamente.

— Móntate en Seth. Yo llevaré a Paul — asentí obedientemente y Seth me dio la espalda. Rápidamente me cargó y yo sostenía la cabeza de Victoria con fuerza a mi lado. Giré mi cabeza para ver que Embry encendía el cuerpo de Victoria y alzaba a Paul. Silenciosamente, recé porque estuviera bien.

Seth echó a correr a través del bosque, la cabeza de Victoria meciéndose a merced del viento. Un olor dulzón empezó a colarse entre el follaje, fruncí el ceño. A medida que Seth se detenía el olor se intensificaba. Seth se detuvo.

— Ese es el olor a vampiro quemado — murmuró y me soltó las piernas.

En medio de un claro estaba una enorme fogata, de ahí salía el empalagoso olor dulzón, los Cullen estaban alrededor de ésta y todos voltearon a verme. Sus ojos se fijaron en mis manos y lo que ellas sostenían. También en que sólo llevaba puesta una fina camiseta de franela en el torso. Rosalie se quitó su sweater y me lo tendió.

— Gracias — susurré. Caminé hasta la enorme fogata y solté la cabeza de Victoria suavemente y observé como ésta se consumía lentamente en el fuego, aumentando el olor dulzón. Me puse el sweater.

Les expliqué a los Cullen lo que había sucedido allá arriba con ayuda de Seth. Jacob y Leah me agradecieron una y otra vez por haber extraído la ponzoña de la pierna de Paul y yo, en mi estado de trance, simplemente asentí. Mi voz era muy monótona y no sabía por qué.

— ¿Qué sucede? — me preguntó en un murmullo Edward. Jasper apareció empujando a una niña de unos quince años, ella forcejeaba. Alice se acercó a la niña y Edward me cubrió los ojos con sus largos y fríos dedos.

El olor dulzón se intensificó.

»No sé porqué actualizo aquí también…