lunes, diciembre 12, 2011

Otra vez — Capítulo dieciocho.

Disclaimer: Crepúsculo y sus personajes son de Meyer. Me adjudico la trama y los nuevos personajes.

Capítulo dieciocho — Fama.

— ¿Qué sucede? — me preguntó en un murmullo Edward. Jasper apareció empujando a una niña de unos quince años, ella forcejeaba. Alice se acercó a la niña y Edward me cubrió los ojos con sus largos y fríos dedos.

El olor dulzón se intensificó.

Es el miedo a saber de qué trata este mundo.
Ver a unos amigos.
Gritar ''déjame salir''.
Rezar por el mañana, que me lleve más alto.
Presión en la gente, gente en las calles.

Under Pressure — Queen.

Cerré los ojos apoyándome en Edward. Él me abrazó con delicadeza.

— ¿Cómo se llamaba? — cuestioné en voz baja.

— Bree Tanner — respondió Edward —. Quería esconderse para huir con su novio, creo, se llamaba Diego.

— ¿Y era una neófita?

— Sí. Pero atacó a Emmett y Jasper — abrí los ojos y pude ver el cuerpo de Bree deshaciéndose en la fogata. Me sentí culpable por la chica. Me abracé las piernas y ubiqué con la mirada a Paul siendo vestido y auxiliado por Carlisle y la manada. Suspiré.

El fuego siguió bailando frente a mis ojos, el olor se esfumaba de a poquitos y Edward estaba callado a mi lado, acariciándome el cabello. Me levanté abruptamente y caminé hasta la manada. Jake me sonrió y Leah siguió mirando el suelo.

— ¿Está muy grave? — pregunté apuntando con la barbilla a Paul.

— No. Va a estar bien en dos días, aproximadamente — contestó Leah antes de correrse un poco. Me senté a su lado —. Y si no hubieras sacado la ponzoña…habría un lobo menos en la manada.

Asentí.

— ¿Y eres la novia de la sanguijuela Cullen? — Jake miró a Edward y luego a mí. Sonrió burlonamente.

— Algo así. Supongo — me encogí de hombros. Jake me abrazó fuertemente y sonrió abiertamente.

— Si lo son, debo felicitarlo. ¡Aguantarte! — bufó y sonreí levemente —. No te preocupes por Paul, te aseguro que tiene el orgullo en la mierda por saber que una chica, humana, le salvó la vida.

— De acuerdo. Pero cuando se recupere, quiero alardear de mis habilidades de superhéroe.

Jacob y Leah soltaron una carcajada.


Lancé otra maleta a la puerta de mi habitación. Abrí otra sobre la cama y corrí hacia mi armario para seguir empacando varias cosas para la gira.

La gente de Sony había avisado que la gira comenzaba en dos días, en Seattle. Nos dijeron que debíamos empacar las maletas para mandarlas al hotel, así que apenas Edward me había traído a mi casa me puse a alistar mi equipaje.

— ¿Por qué tu ropa es tan…? — Edward dejo la pregunta al aire y levantó un corset color rojo.

— ¿Ligera? — asintió y sonrió —. En un escenario da mucho calor, prefiero usar eso que un par de jeans.

— Yo prefiero el par de jeans.

— Pero en los ochentas se usaba así. Y la idea es rescatar el género, ¿recuerdas? — me di vuelta y le sonreí. Edward me atrapó entre sus brazos.

— Lo recuerdo — murmuró y se acercó a mi rostro —. Sin embargo, no me gusta que te vistas así frente a un enorme público.

— Te hice caso con lo de Victoria. No te haré caso en esto — aseguré con voz firme. Sonreí satisfactoriamente por su ceño fruncido.

Suspiró frustrado. Giré entre sus brazos para tomar un zapato del armario. Edward me quitó el zapato de las manos y rodé los ojos.

— Quiero que me expliques algo…

— Y yo quiero mi zapato — interrumpí.

— Te lo doy si me explicas algo — asentí y caminé hasta sentarme la cama. Enarqué ambas cejas —. ¿Cómo es eso de que ’’supones’’ que somos novios?

— Que yo sepa para ser novios hay que preguntarlo. Y ni tú ni yo lo hemos hecho, así que… ¿quieres ser mi novio, Edward?

Enlacé mis dedos debajo de la barbilla y sonreí por su cara de confusión.

— Se responde «Sí, Bella. Sí quiero ser tu novio» — agregué con sarcasmo.

— Sí, Bella. Sí quiero ser tu novio — murmuró en mi oído. Sonreí y estiré mis brazos hacia él. Me besó firmemente, mi suspiro no se hizo esperar, Edward entrelazó sus dedos con los míos y enredé mi otra mano en su cabello, presionando mis labios contra los suyos. El brazo helado de Edward me alzó y me puso sobre su regazo, jadeé y entreabrí mis labios. Sonreí y abracé con fuerza su cuello. Edward se alejó.

— No — dije y besé nuevamente sus fríos labios. Edward soltó una risa y me recostó en la cama para besarme suavemente. Hice un puchero que él besó con suma delicadeza.

— Debes empacar, Bella — sonrió torcidamente y rodé los ojos. Me senté en la cama.

— De acuerdo, pero esto se queda — aseguré lanzando la ropa ligera a la maleta.

Edward negó con la cabeza y frunció el ceño.


Abracé con fuerza a Jake en medio del bullicio del aeropuerto, él me elevó del suelo y me dio una vuelta.

— Te veré por la tele — prometió sonriente y yo lo volví a abrazar. Tragué saliva para no llorar, iba a extrañar mucho a Jake y a Leah.

— Cálmate, Bella — pidió Leah sacándome de los brazos de Jake —. No es como si desaparecieras del planeta.

La rodeé con los brazos y ella me estrechó con fuerza.

— Diviértete — deseó soltándome. Asentí y besé su mejilla. Ella se fue con Jake.

Me mordí el labio y Justin me sonrió suavemente. Me guiñó un ojo y señaló a los Cullen a unos metros de nosotros.

— Te veo en el avión — murmuró y yo asentí. Corrí hacia Edward y él me alzó en vilo, hundí mi rostro en su cuello para que no viera que iba a llorar.

— No llores — ordenó en voz baja y besó mi cabeza. Sollocé y enredé mis piernas en sus caderas.

— Te voy extrañar — dije en su oído y él me obligó a levantar la cabeza. Me abracé a su cuello y sorbí por la nariz.

— Es sólo un mes. Y tú vas a hacer algo que te gusta, no deberías ponerte triste —  aseguró obligándome a verlo a los ojos, pude ver que él también estaba un poco apenado —. Lograste aguantar cuatro meses sin que yo estuviera a tu lado…

— Siendo  zorra y depresiva — interrumpí e hice un puchero —. Pero esta vez no será así — juré levantando mi mano derecha, Edward besó el dorso de ésta.

— Te llamaré — susurró sobre mis labios. Me besó lentamente, cerré los ojos y me contuve de reclamarle por tratarme como una muñequita frágil. Enredé mis dedos en su cobrizo cabello y le respondí el beso con fuerza, queriendo quedarme así más tiempo. Escondí mi rostro en su hombro, besé su cuello suavemente y suspiré.

— De acuerdo — tomé aire y Edward dejó un casto beso sobre mis labios —. Debo ir a la gira. ¿Te traigo algo?

Edward negó con la cabeza. Seguí abrazada a su cuello.

— ¿Por qué no vas y te despides de Emmett? Le va a dar algo si no te suelto — dejé que mis piernas se soltaran, pero seguía estando con los pies en el aire. Me reí. Edward me dejó sobre mis pies y besé rápidamente sus labios.

— ¡Emmett! — exclamé y el aludido me dio una vuelta en el aire.

— Prométeme que ningún groupie (1) te va a manosear — exigió dejándome en el suelo. Sonreí.

— Eso nunca pasará — rodé los ojos. Emmett me abrazó nuevamente.

— Te veremos en la tele y yo seré el único que grite, vas a ver — me guiñó un ojo —. Claro, si a Edward no le da por besar la tele, o tal vez se vuelva un groupie  — murmuró y solté una carcajada.

Me empujó para seguir despidiéndome de todos los Cullen.


Abrí con violencia la maleta y rebusqué hasta dar con un corset negro, un par de medias de lycra del mismo color y un par de largas botas de cuero negras.

Me quité la camiseta y los shorts, noté como los dedos me temblaban mientras me desvestía, tomé aire e intenté calmarme. Lancé los zapatos a la puerta de mi camerino, y me puse el corset, lo acomodé frente al espejo, me coloqué las medias y las alisé bien. Suspiré.

Me miré en el espejo y respiré hondo.

— Todo va estar bien — le dije a la chica reflejada. Empecé a maquillarme mientras cantaba en voz alta para relajar mis cuerdas vocales, consejo de Edward; colgué de mi cuello varios collares oscuros y me puse varios brazaletes y pulseras negras. Tragué saliva.

— ¿Está lista, señorita Swan? — preguntó un chico desde afuera del camerino.

— Dame cinco minutos — pedí. Escuché como el grupo que estaba en el escenario empezaba a despedirse y entré en pánico. La puerta se abrió.

— Ya nos toca a nosotros, ¿qué pasa? — Justin se quedó mirándome por el espejo. Me mordí el labio y lo miré nerviosamente —. Bella…ya estuviste genial en dos conciertos enormes, lo vas a hacer bien en este.

— Está bien — suspiré y me levanté —. ¿Me falta algo?

— No. Vamos — asentí y le seguí los pasos hacia el escenario. Un tipo llegó corriendo y me entregó un micrófono apagado le agradecí con una sonrisa. Sam me entregó una chaqueta de cuero y me guiñó un ojo, me la puse rápidamente. Varios tipos llegaron y le dieron a cada uno su instrumento, una chica con una cámara enorme empezó a contar y supe que iban a grabar como salíamos al escenario.

Los chicos se fueron al escenario y tocaron la introducción de la primera canción, un tipo empezó a hacer la cuenta regresiva:

—…tres, dos, uno — y eché a correr al escenario, me acomodé el audífono que me habían puesto y empecé a mover la cabeza al ritmo de la batería de Justin. El público se alborotó.

— ¡Chicago! — grité y el público se emocionó.

Tras un repertorio de siete canciones originales y un cover (2) de The Runaways, nos tocaba dar espacio al siguiente artista. Sonreí al micrófono y todos dejaron de tocar, me quité el sudor de la sien y empecé a hablar.

— Ha sido una maravillosa noche, realmente ustedes son un grandioso público — los gritos aumentaron —. Y finalmente nos queda decir: ¡rockean, Chicago! — dije al micrófono y el público estalló en gritos y aplausos. Tomé las manos de Justin y Josh, todos hicimos una reverencia, los aplausos aumentaron y solté una carcajada antes de caminar hasta salir del escenario.

Chicago era la tercera parada de la gira. Seattle y Los Ángeles habían sido grandes conciertos según nuestro manager, Joe. La ciudad de los vientos era muy agradable, sobre todo sabiendo que Edward había crecido ahí, suspiré y tomé un gran sorbo de la botella de refresco. Me tiré en el sofá que había en los camerinos y cerré los ojos, realmente era agotador cada show, pero nadie me quitaba el gusto del público gritando los coros.

— ¿Por qué sonríes como idiota? — preguntó Zac con una toalla en el cuello y una revista en la mano.

— Porque me encanta nuestro público — confesé, sonriendo. Zac me lanzó la revista y se fue hacia la ducha.  En la portada aparecía una foto grande de un grupo popular del momento y abajo había una fotografía pequeña de los chicos y yo finalizando el concierto de L.A. y rezaba en un letrerito de letras amarillas:

« ¿Esta banda de rock logrará superar al gran grupo pop del momento? »

Gemí en voz baja, sólo llevábamos tres conciertos y ya estábamos metidos en rumores. Abrí la revista en el artículo y me sorprendí al ver que era una entrevista al grupo ese. Volví a gemir. La entrevista, de por sí, era una explicación de donde salimos nosotros y como el grupo entraba patéticamente en pánico porque los iban a bajar del trono.

Lancé la revista a la basura y me quité las botas para darme una ducha.

Los rumores apestan.


—No es eso. Es que…ella no se lo merecía. Ella solamente estaba muy enamorada, y estaba ciega de ira, creo que por eso es que me siento culpable.

— No deberías — refutó Edward al otro lado de la línea telefónica. Rodé los ojos y lancé la pelota púrpura contra la pared, ésta reboto y la atrapé.

— ¿Y dónde queda tu casa? — pregunté dejando de lado el tema de Victoria.

— ¿Qué casa? Sabes que vivo en Forks, Bella…

— ¡La de Chicago! — exclamé —. Tú me dijiste que naciste acá, quiero ver tu casa.

— Te llevaré yo, luego. No quiero que vayas sola — bufé. Estaba agotada pero Edward había llamado para felicitarme por la presentación del día, me quite los calcetines y me recosté en la cama.

— ¿Y Emmett gritó? — cuestioné —. Mientras me veía en televisión.

— Sí. Fue muy gracioso — aseguró vagamente.

— Te extraño — murmuré tras varios minutos de silencio. Edward suspiró.

— Falta poco — dijo como convenciéndose a sí mismo —. También te extraño. Mucho.

Torcí el gesto y me metí en la cama del hotel. Bostecé.

— Te estoy privando de una noche de sueño, ¿cierto? Mejor te dejo dormir — expresó. Negué con la cabeza, como si pudiera verme —. Te llamo mañana, estás agotada.

— No es verdad  — rebatí queriendo seguir hablando con él.

— Sí lo es. Descansa — pidió en voz baja, me hice un ovillo en la cama.

— Gracias — susurré cerrando los ojos. Sonreí mientras me quedaba dormida.

— ¿Bella? — preguntó, alarmado.

— ¿Sí?

— Te amo — murmuró y yo suspiré.

— Yo también te amo, Edward. Con locura — confirmé, somnolienta.


— Por acá — me empujó Justin a través de las calles de Chicago.

Rodé los ojos mientras le seguía los pasos por las abarrotadas calles llenas de gente.

— ¡Espera! — chillé y me incliné hacía el tierno gato del tejado de una tienda de cueros, alisté la cámara que había en mi cuello y le tomé una foto. El gato levantó la cola y se fue orgullosamente.

— ¿Por qué le tomas fotos a todo lo que ves? — inquirió. Me encogí de hombros, y seguí mirando al alrededor.

— Se le llama turismo — espeté y señalé una panadería —. ¿Podemos comprar pastelillos? ¿Sí?

Justin asintió cansinamente y corrí a la panadería. El hombre gordo se quedó mirándome estúpidamente.

— ¿Tiene pastelillos de frambuesa? Quiero dos, para llevar — el hombre gordo siguió mirándome.

— ¿Es…? ¡Oh, mi Dios! ¿Es usted? ¡Joanne, mira quién está acá! — tartamudeó el hombre. Fruncí el ceño.

— ¿Me podría dar los pastelillos? Y quiero un café…de esos que traen caramelo — pedí. El hombre gordo asintió y corrió torpemente hasta la cocina de la panadería. Justin se sentó en una mesa.

Me senté a su lado y esperé a que el hombre trajera mi comida, en su lugar llegó una chica más grande que yo, de unos veinte años y de ojos grises muy brillantes.

— ¡Eres tú! — chilló y me señaló. Miré a Justin que tragó saliva —. ¡Eres Isabella! ¡Y tú eres Justin! — gritó en medio de la panadería.

— ¿Y tú eres…? — inquirió Justin.

— Soy Joanne, su más grande fan — nos dijo con una enorme sonrisa.

— ¡Hola, Joanne! — Le di una sonrisa alegre — ¿Fuiste al concierto? ¿Te gustó?

— ¡Fue muy genial! — Chilló sentándose y dejando mi comida frente a mí —. Cuando entraste corriendo, o cuando tú te quitas la camiseta — señaló a Justin, él se sonrojó —, y cuando bailaste con Samantha, cuando tú tocaste el piano…fue grandioso. El mejor día de mi vida, Isabella y Justin.

Le sonreí y mordí mi pastelillo. Gemí en voz baja por el buen sabor.

— Debes probar esto — le extendí el pastelillo a Justin y el mordió.

— ¡Que sabroso! — Exclamó y tomó el otro — Me alegro de haberte dado el mejor día de tu vida, Joanne…y tus pastelillos son muy ricos.

Le guiñó un ojo y Joanne hiperventiló. Solté una risita y tomé un sorbo de mi café.

— Mis amigos dicen que eres sexy — comentó Joanne y señaló mi ropa. Rodé los ojos, ¿qué tenía de malo mi liguero?

— Dile a tus amigos que gracias — me encogí de hombros y ella le dio una enorme sonrisa a Justin.

— Y yo digo que tú eres muy sexy — aseguró a Justin y movió exageradamente su cabello negro. Justin tomó mi café y se levantó de la mesa.

— Joanne, ha sido un placer conocerte, me siento muy feliz conociendo a mis fans, pero ya debemos irnos — le dio un torpe abrazo a la chica y me jaló del codo —. ¡Y te amamos!

Le firmé la foto que me extendía, le di un beso en la mejilla y Justin hizo lo mismo. Ella jadeó cuando él la besó en la mejilla.

— Ten un bonito día, Joanne — le deseé y seguí a Justin a través de la panadería —. ¡Hey! Dame mi café.

Le di un sorbo y seguí caminando junto a Justin.

— ¿A dónde me llevas? — cuestioné.

— Estoy emocionado — dijo ignorando mi pregunta —. Ya tuvimos nuestra primera fanática de linda sonrisa, ¿cuántas crees que conoceremos?

— Todas. ¿A dónde me llevas?

— Sorpresa — gemí —. Te va a gustar.

Sonrió pícaramente y siguió caminando, revisando cada calle para cruzar por lugares que yo  no conocía.

— ¡Espera! — le tomé un foto a la linda pareja de ancianos en un parque. Justin rodó los ojos.

Continuamos caminando y yo ya estaba desesperada por saber a dónde íbamos. Zapateé con fastidio.

— Ya vamos a llegar. Cálmate — me sonrió suavemente y sacó un papel del bolsillo de su chaqueta —. Es por acá.

Pasamos a través de un estrecho callejón y se detuvo frente a una casa de estilo victoriano. Fruncí el ceño.

— ¿Qué hacemos acá?

— Tú me vas a amar; yo simplemente hago un favor — se encogió de hombros y me jaló hasta el porche de la linda casa. Dio dos golpes en la puerta y ésta se abrió, no había nadie tras el marco. Justin me empujó hacia dentro de la casa—. Me llamas si no llegas al hotel.

Me guiñó un ojo y cerró la puerta desde afuera.

— ¡No! — chillé y me lancé a la puerta. Escuché como Justin echaba llave y gruñí. Forcejeé con la puerta, pero no cedió. Pateé la puerta.

Tampoco cedió.

Me crucé de brazos, furiosa y me di vuelta. Edward me sonrió desde un sofá.

— ¿Tú eres la sorpresa? — inquirí caminando hacia él, confusa. Edward sonrió torcidamente.

— Eso creo — murmuró y me senté en sus piernas —. ¿Qué tal el camino?

 Acomodé mi cabeza en su pecho.

— Conocimos una fanática — susurré —, comí pastelillos y fotografié un gato — besé su cuello. Edward recorrió suavemente mi cintura y mi cadera. Suspiré.

— ¿No me vas a preguntar qué hago acá?

— ¿Debería? — cuestioné acercando mi rostro al suyo. Su frío aliento me hizo cosquillas.

— No.

Y me besó. Una de sus manos empuñó mi cabello mientras la otra estrechaba mi cintura. Jadeé y me aferré a su cuello, hundí mi lengua en su boca y Edward bajó su mano a mi cadera, la apretó delicadamente y siguió bajando hasta acariciar mis muslos. Gemí. Me sostuve de sus hombros y rudamente respondí el beso.

— Bella…

— Shhh — besé sus labios nuevamente. Edward rió y continuó besándome.


— ¿Te gusta la casa?

Asentí y acaricié con mi dedo la vieja foto de Elizabeth Masen.

— Se parece a ti — aseguré y señalé los finos labios de la dama victoriana. Edward sonrió suavemente —. ¿Y ese es tu papá?

Señalé la foto de un hombre besando la mejilla de Elizabeth Masen. Edward la tomó.

 — Sí. Y el día de esa foto yo estaba cumpliendo…dieciséis años, creo —  frunció el ceño y dejo la foto en su lugar.

— ¿No lo recuerdas? — pregunté, sorprendida.

— No muy bien — me sonrió, pero la alegría no le llegó a los ojos.

— Los extrañas — afirmé.

Edward suspiró.

— Ya no tanto — confirmó —. Pero…a veces siento que los reemplacé.

— No es así. Carlisle y Esme nunca los reemplazarán, lo sabes — le sonreí para infundirle confianza, Edward se inclinó y dejó un casto beso sobre mis labios.

— Les gustarías — aseguró mientras seguíamos caminando por uno de los pasillos de su casa.

— No me lo creo — refuté —. La chica que se emborracha, sale en lencería y fuma no sería lo que ellos hubieran querido para ti.

Edward resopló y me obligó a levantar el rostro. Enarqué una ceja orgullosamente y Edward sonrió.

— ¿En serio piensas eso? — preguntó suavemente.

— Sí. Pero luego recuerdo todo lo que he logrado, siendo como soy, y desaparece la idea de que soy inferior a ti.

Sonreí abiertamente.

— Te quiero preguntar algo — dijo mientras volvíamos a bajar las escaleras. Se sentó en el sofá y yo, nuevamente, en sus piernas.

— ¿Y qué es?

— Respecto a tu mortalidad — musitó y yo me acurruqué en su pecho —. ¿Quieres hacerlo?

Cerré los ojos, ¿qué le podía decir? Me gustaba mi vida, era algo que nunca había imaginado, una locura. Pero quería ser como Edward, para estar con él siempre. Y no me gustaba elegir entre cada trozo de mi vida. Me mordí el labio.

— No quiero ponerte a elegir — murmuró en mi oído. Recorrió mi silueta y suspiré.

— Lo quiero hacer — lo miré a los ojos —. Pero como tú lo llegaste a pensar, no antes de los veinte.

Edward asintió y besó mi cuello.

— Pero… ¿lo quieres tú? — inquirí.

— Bella, de ser por mí, ya te hubiera transformado y serías toda mía— aseguró. Besó mi cabello y acarició mi mejilla.

— ¿Por qué estamos en tu casa?

— Porque quiero involucrarte en toda mi vida. En esta casa yo crecí y pasé momentos que me hubiera encantado pasar contigo, toda mi humanidad, por ejemplo.

Sonreí. Edward se inclinó y besó mi frente.


Taché la última ciudad de la gira de mi camiseta escrita a marcador. Sonreí, orgullosa. Una gira de veinte ciudades de los Estados Unidos habíamos logrado completar, Sam aplaudió desde la puerta de mi habitación de hotel. Le di una sonrisa y ella se fue a seguir empacando.

Recogí mi cabello en una coleta y suspiré. Realmente me asustaba volver a mi casa, ver a la gente apuntándome con el dedo y la críticas infaltables de la gente amarillista. Gemí en voz baja. Quizá la gente de Forks ni siquiera sabía de la pequeña fama lograda en la gira, quizá seguían encerrados en sus burbujas de musgo verdoso y chismes poco originales. Empecé a empacar mi ropa, agotada de la gira y con ganas de tirarme en mi cama para no volver a despertar.

La gente gritaba cuando nos veía en la calles; como si fuéramos alguna clase de monstruo de película de terror, y yo me lo creía así…hasta que llegaban corriendo a pedir autógrafos. Los fanáticos eran geniales; se emocionaban y lloraban mientras nos abrazaban, resultaba gratificante cuando empezaban a decirnos cuan identificados se sentían con nuestras canciones. Sonreí.

Cogí mi teléfono y le tomé una foto a la camiseta tachada. La publiqué rápidamente en una de mis redes sociales con un comentario de agradecimiento a los fans y seguí empacando mi maleta. Josh carraspeó.

— ¿Te ayudo con eso? —Señaló la maleta abierta —. No la vas a lograr cerrar.

Asentí y me senté encima de la maleta. Josh la cerró y le puso un pequeño candado.

— ¿Qué pasa? No eres la clase de chico que anda por la vida ayudando a la gente — comenté. Josh refunfuñó varias palabrotas.

— Quería hacerte notar que no has vuelto a gritar en las noches — recitó.

— Ya me lo había dicho Zac — me encogí de hombros y Josh suspiró —. Pero gracias. Es bueno saber que me veo mejor.

Le sonreí y él se tiró en la cama.

— Sam manda a decir que va a haber noche de películas de terror, cuando lleguemos a casa.

Asentí nuevamente.


Jessica Stanley miraba furiosamente a mi dirección. Le sonreí cínicamente y jalé mis maletas en medio del aeropuerto, Justin soltó una carcajada.

— ¿Qué le pasa a esa loca? — preguntó Zac. Me encogí de hombros y me acomodé las gafas de sol sobre la nariz.

— No lo sé. Pero es hora de ir a casa — respondió Sam.

— Y yo debo ir a visitar a Charlie — agregué.

— Y a Edward — canturreó con voz aguda Josh. Rodé los ojos.

Se escuchó un avión despegar y torcí el gesto.

— Vamos a casa. Este lugar apesta — musité poniéndome los audífonos. Empezamos a caminar rumbo un taxi.

La gente se quedaba mirándonos conforme pasábamos. Yo les sonreía abiertamente, al igual que Sam, pero ella les lanzaba besos. Las miradas se tornaban sorprendidas, e incluso sonrojadas en ese momento.

 El hombre del taxi iba tarareando una vieja canción.

Encendí un cigarro y bajé la ventana del taxi, saqué mi brazo y me apoyé el él para ver al bosque pasar frente a mis ojos. Exhalé lentamente. Me gustaba mi vida, era divertida y tenía cosas que todo — casi todo — el mundo quería: fama, dinero, familia y amigos. Sonreí, feliz de tener todo eso. No quería renunciar a todo eso, aunque Edward lo valiera, no estaba segura de nada. Exhalé nuevamente.

— ¿Por dónde dice que es? — preguntó el taxista. Le repetí las indicaciones para llegar a mi casa con fastidio. Me tocaba un taxi para mí sola porque no cabíamos todos en uno solo.

Apreté los labios en una fina línea. Realmente quería dormir…y abrazar a Edward. Negué con la cabeza, me estaba volviendo en exceso dependiente, cerré los ojos e intenté pensar en otra cosa.

El taxi se detuvo y me bajé rápidamente. Le lancé un par de billetes al hombre y siseé un «Conserve el cambio».

Le sonreí a la persona sentada en el porche de mi casa y el taxi arrancó. Jalé un par de maletas tras de mí.

— ¿Planeas ayudarme?

Edward sonrió y pronto estuvo a mi lado. Me quitó de las manos las maletas y me sonrió.

— ¿Cómo te lleva la fama?

(1)Un/a groupie es una persona que busca intimidad, emocional o sexual con un músico u otra celebridad {Sacado de Wikipedia}

(2) Es una nueva interpretación (en directo, o una grabación) de una canción grabada previamente por otro artista que el que la interpreta {Sí, también lo saqué de Wikipedia}

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